Tengo entre mis manos un libro grueso, de tapa blanda, blanca y con ornamentos dorados, de fácil lectura y entretenido. Jerusalén, la biografía, es un libro que uno pudiera leer en cualquier parte y circunstancia. Pero yo, que soy un ser extraño y a veces un tanto enigmático, decidí tomar apuntes del libro. En parte, porque así uno se graba más la información, lee activamente y entiende más. Pero también porque es entretenido de ese modo. Como dije, soy un ser extraño.
Comienza en el prefacio con una descripción no muy imparcial de la ciudad. Jerusalén es el centro del mundo. Allí es donde tiene lugar la lucha de las principales religiones, la cristiana, judía y musulmana. Ahí es donde ocurre el conflicto de las civilizaciones; ahí es, precisamente, el centro de la fascinación secular. Y desde luego, es un campo de batalla estratégico.
Jerusalén es una ciudad santa. Eso lo sabe todo el mundo, pero aún así, corresponde a un nido de supersticiones e intolerancia; al objeto de deseo de los imperios y el hogar cosmopolita de muchas sectas, sectas que intentan apropiarse de la ciudad. Me imagino un poco a Gollum, del Señor de los Anillos. ¡Mío, precioso, es mío, mío!

Volvamos un poco a Jerusalén. A la ciudad celestial, como la llaman, cualidad que le permite a la vez existir en cualquier lado. En Alemania, Inglaterra o Japón, o donde sea, un sionista puede sentir a Jerusalén en su corazón, y que ahí mismo, precisamente, se encuentre. Es, al fin y al cabo, una característica que no muchas ciudades poseen.
Y al mismo tiempo, esta es una ciudad universal. La espina dorsal del mundo. Y, ¿por qué? Es una pregunta válida, y su respuesta es bastante simple: por la Biblia. Estas Escrituras cumplieron su labor de masificar la idea de Jerusalén, para universalizarla a todos.
Pero, ¿por qué Jerusalén? Al fin y al cabo, estaba alejado de las rutas comerciales, el agua era escasa, el calor de verano abrasaba, y las rocas se veían tristemente erosionadas y heridas.
Entonces, otra vez, ¿por qué?
Era una ciudad sagrada, por su tradición. Por el templo que se levantó en este. Por los judíos que se consideraron el pueblo elegido.
Luego avanzamos desde el prefacio hasta el prólogo. En éste, el autor nos ubica en el año 70 aC, quinientos años después de la destrucción de Jerusalén por parte de los babilonios. El pronto emperador Tito, en ese entonces tan solo hijo del emperador vigente, Vespasiano, envió a asediar Jerusalén.

Había quinientos mil judíos aproximadamente muriéndose de hambre e inanición al interior de los muros de la ciudad. Cada día se crucificaban alrededor de 500 judíos, en parte por ser desertores, en parte por ser prisioneros.
Estos, muchas veces, querían huir y llevar con ellos sus tesoros. ¿Y cómo hacerlo?, simple: se los tragaban. Pero al poco tiempo, su estómago no daba más, y caían muertos. Cuando los romanos notaban esta táctica, muchísimos judíos empezaron, además, a morir destripados a manos de los legionarios.
A Tito se le unieron numerosos judíos renegados. Entre ellos podríamos contar a un historiador de nombre Josefo, a un rey, Herodes Agripa y a una reina, la hermana (y amante) de Herodes, llamada Berenice.
El ocho de abril del 70 se incendió Jerusalén, y con ella, el templo. La gente comenzó a saquear sin medir los costos, con tan solo el deseo imperioso de sobrevivir. Desde luego, el precio del oro bajó en todo oriente.
Egipto, por su parte, también aspiraba a gobernar esta ciudad. La zona de Canaán, para ser específicos.
No sabemos si lo lograron. Pero lo que sí se sabe es que en el año 1458 Egipto conquistó victorioso el territorio de Palestina.
Podría seguir, seguir hablando de la guerra contra los filisteos, de la edad oscura de Jerusalén, que duró 300 años, de los pueblos o lenguas semitas, del rey David, de Josué y de los jueces que escogieron los propios israelitas. Sin embargo, creo que esto no daría ya para un post, sino más bien para un libro. Como el que estoy leyendo, por ejemplo.
Un amigo está leyendo un libro que plantea como tesis el que el Islam fue una religión que nació de una secta judía que, aunque aceptaba a Jesús como Mesías, no lo aceptaba como Hijo de Dios. También planteaba algo que me pareció muy loco, por las implicancias de este hecho: que la Meca es una ciudad creada ex nihilo, para justificar un origen no judío del Islam. Si me acuerdo del nombre, te lo digo después, porque es un libro que está en francés. ¡Saludos!
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¡Gracias por el aporte!
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